domingo, julio 23, 2006

EL SIGLO XXI SERÁ ESPIRITUAL O NO SERÁ



El siglo XXI será espiritual o no será. Y no es catastrofismo, simplemente miro a mi alrededor, al mundo, a los cambios en la naturaleza, a las noticias... Estoy de acuerdo con el artículo de Timothy Garton Ash: “ La proliferación nuclear -la proliferación de armas de destrucción masiva en general- es uno de los grandes peligros de nuestro tiempo. Es tan grave como el calentamiento global, e igualmente difícil de abordar. Me parece razonable decir que el peligro de guerra nuclear es ahora mayor que en ningún otro momento desde la crisis de los misiles cubanos de 1962, aunque la escala de la posible conflagración es mucho menor. ¿Quién se atrevería a apostar que no vamos a ver ningún uso belicoso de un arma nuclear en los próximos 10 años? Yo no. ¿Y ustedes?...” Yo tampoco, pero quizás las grandes crisis llevan las semillas del cambio, quizás...

Timothy Garton Ash, del artículo El nuevo desorden mundial (El país, 23 de julio de 20006)

Foto: Un grupo de periodistas examina el pasado día 20 los escombros de unos edificios destruidos en Beirut tras un bombardeo de la aviación israelí.

viernes, julio 21, 2006

EL AMOR ES MI CREDO Y MI FE


En estos momentos en que la locura llega a formas tremendas en Oriente Próximo entre Hezbolá, Israel, Hamas..., me ha tocado profundamente las palabras de un filósofo, teósofo y místico musulmán del siglo XII, Ibn Arabí. Leerlas con el corazón porque son palabras mayores:

“Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo
si su religión no era como la mía.
Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo
de todas las formas religiosas:
es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos,
templo de ídolos y kaaba de peregri­nos,
Tablas de la Ley y Pliegos del Qorán,
porque profeso la religión del Amor
y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura,
pues el Amor es mi credo y mi fe”.


“Ibn Arabí (Murcia, 1165-Damasco, 1241) reconocido por la tradición sufí como el mayor maestro, fue un monista integral y un teórico de la unicidad del ser: su obra reconoce en toda experiencia el rostro de Dios y en toda imagen o forma, la huella divina. Mantuvo que el mundo se ofrece al hombre como la celebración perpetua de la presencia divina. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse dentro de la ortodoxia islámica, admitió la equivalencia de todas las creencias religiosas, en cuya variedad de rituales y leyes veía formalizaciones singulares destinadas a verbalizar el fervor religioso que habita en los hombres. Al situar dicha experiencia religiosa más allá de cualquier medida moral, negaba de modo implícito la existencia del infierno y afirmaba que el Paraíso acogería eternamente a todas las criaturas sin distinción”.