martes, septiembre 19, 2006

HIPNOSIS FALSAS Y MUY PELIGROSAS

Acabo de leer un articulo muy interesante de JUAN LUIS CEBRIÁN, titulado “Barbarie, religión y progreso”, y hay varias ideas en las que estoy totalmente de acuerdo y que creo que en estos momentos son básicas para trascender una visión superficial de la realidad que genera odios y separación en nuestras sociedades. Hay que ir más allá de la tribu homogénea que funciona como una hipnosis que afecta al colectivo con falsas banderas. Siempre me he sentido bien en sociedades plurales y puedo ser al mismo tiempo catalán, español, hindú, alemán, occidental, oriental, taoísta, banco, negro... dependiendo del momento de mi vida que estoy viviendo. No creo en las falsas hipnosis de las identidades puras (solo miremos la historia y veremos las grandes tragedias que nos han llevado las falsa hipnosis).

“Convertir las civilizaciones en sistemas cerrados, autárquicos, incomunicados entre sí, capaces de confrontarse o aliarse, como en un orden militar, es una impostación ficticia al servicio de la política. La civilización, el progreso como tal, está hecho precisamente de muchas culturas, de muchas y variopintas civilizaciones que a cada rato reciben préstamos del prójimo y otorgan dádivas de su propia identidad. No hay, ni ha habido nunca, desarrollo humano sin mestizaje. Pero si se entienden las civilizaciones como compartimentos casi estancos, en vez de como el fruto indeciso, y aun difuso, del devenir de la sociedad, es fácilmente comprensible también la ambición que padecen quienes contemplan el mundo desde la globalidad de una verdad revelada: asumen siempre la civilización propia como la más avanzada y deseable para la humanidad, y se disponen a extenderla no importa utilizando qué métodos... Una sociedad democrática es lo menos parecido a una sociedad homogénea, pero no puede convertirse en una federación de tribus en la que cada una establezca sus propias normas de comportamiento y su relación con el resto. Por mucho que dialoguen entre sí. Es preciso el establecimiento de unos valores comunes, que quizá puedan reducirse a un solo enunciado: el ejercicio de la libertad. Sólo desde esa plataforma, que presupone el respeto al otro y la duda sobre el yo, podrá construirse el diálogo y el acuerdo.”

Fuente: el País (De la intervención en el homenaje a Juan Goytisolo en Marrakech el día 11 de septiembre de 2006).

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